EL SITIO








El sitio a intervenir se encuentra ubicado en el barrio porteño de Flores en la Ciudad Autónoma de Buenos Aires, delimitado por las calles Caracas y Fray Cayetano Rodríguez y por las vías del ferrocarril de la línea Sarmiento.












Sobre el lado oeste del terreno en la calle Fray Cayetano Rodríguez y Las Vias del Ferrocarril está emplazada la casa de Alejandro de Rosa. Obra patrimonial y protegida de la Ciudad de Buenos Aires.


Ésta obra Perteneció al numismático, historiador y coleccionista Alejandro de Rosa (1854-1914) que la
habitó entre 1891 y 1913. Le cabe el honor de ser autor de los primeros trabajos sobre monedas, medallas y condecoraciones en el país. Además fue el primer director del Museo Mitre y bajo su conducción se editaron más de 40 publicaciones historiográficas. La construcción, de alrededor de 1880, mira hacia el ferrocarril. De estilo Italiano con galería de entrada, terraza con columnas de orden clásico, pilastras, simetría y ritmo dados por luces y sombras.

Del otro lado de las vías, al este del terreno se encuentra emplazado el complejo de viviendas La Mansión de Flores, obra del Arquitecto Fermín Bereterbide, construido entre los años 1921 y 1928.
Sobre dicha obra la investigadora argentina Alejandra Lagomarsino escribe en “Historias de la Ciudad – Una Revista de Buenos Aires”  (N° 11, Septiembre de 2001):

La Mansión de Flores

Este conjunto de departamentos, llamado en realidad "Mansión Dr. Abel Bazán" en homenaje a este riojano, obispo de Paraná doctorado en filosofía en Roma, nació para ser una vivienda de carácter social, distinta a las propuestas individuales que presentaban el Barrio Cafferata o el Barrio Monseñor Espinosa. En la Mansión se diferenció la vivienda particular de las áreas comunes, como el acceso y los jardines. De esta forma se rompió con el clásico loteo, porque el edificio tomó la línea municipal en sus tres bordes conformando un gran bloque perimetral hacia la calle y proponiendo para el centro de la manzana un espacio de uso colectivo, en lugar de los fondos fragmentados de uso privado.
La edificación posee 86 departamentos de 3, 4 y 5 ambientes distribuidos en cinco cuerpos. Cada uno de los cuerpos alcanza los 17 metros de altura y está compuesto por planta baja y tres pisos que culminan con un tejado. Estos bloques están formados por un basamento de ladrillos hasta los 3,50 m sobre los que se disponen los tres pisos superiores. Cuatro patios internos abiertos hacia las vías y enmarcados en el final por una pérgola constituyen una tenaz invitación al encuentro.
Al trasponer las rejas de ingreso fabricadas en hierro forjado, se accede a los jardines en donde es posible contemplar añosos plátanos, gomeros, palmeras y tipas, especies de una flora muy cercana a nosotros que ofrecen un maravilloso contraste con el estilo europeo del edificio. Quienes allí vivieron en los primeros años recuerdan aún hoy las fuentes pobladas de peces y el clima de suave remanso que ofrecían estos jardines. Ese lugar, pensado para el uso comunitario, permitía recrear las actividades y costumbres que se desarrollaban en la vereda y ofrecía al exterior "la armonía de conjunto de sus masas edificadas", tal como lo expresara el mismo Bereterbide. Los portones, ideados originariamente para el paso de los autos, resultaron angostos en la práctica y por eso, sólo se abrían para las ambulancias o algún cortejo fúnebre.
La sensación que se percibe al ingresar al edificio es que Bereterbide habría invertido las nociones tradicionales imperantes en la arquitectura, dando vuelta la construcción corno quien da vuelta una prenda, poniendo al derecho lo que antiguamente estaba del revés.
El edificio encontró su fuente de inspiración en las viviendas construidas en París alrededor de 1910, que presentaban una estructura de bloques urbanos con distintas combinaciones de amplios patios comunes en su interior. Esta tipología heredada de antiguos palacios fue adaptada por Bereterbide a la vida barrial porteña.
Sobre Yerbal se construyeron locales para albergar los servicios que requerirían los numerosos habitantes: panadería, carnicería, lechería y almacén. También en la planta baja funcionó durante mucho tiempo un auditorio con un amplio escenario y butacas de madera con acceso desde uno de los patios para uso de quienes vivían en el complejo. Este dato resulta por demás singular, dado que es el único edificio de departamentos de Buenos Aires que contó con una instalación cinematográfica. Sin embargo, debemos apuntar que los habitantes más antiguos dicen que jamás presenciaron allí proyección alguna. Años después, este sitio fue clausurado para dar lugar a locales comerciales y privados.
La Mansión posee un sótano en el que vivieron cuatro inmigrantes italianos que habían trabajado como peones en la construcción y luego quedaron encargados del mantenimiento de los patios. También vivió allí Eugenio Sassone, encargado del mantenimiento general del edificio que contaba en uno de los patios con una pequeña habitación para guardar sus herramientas.
En la época en que se inauguró el edificio, no era común poseer líneas telefónicas particulares. Entonces se habilitó un pequeño cuarto cerca de una de las puertas de ingreso con un teléfono para uso general. Y es que la realidad del barrio era muy distinta a como la podemos imaginar hoy. "Todo Flores estaba formado por hermosos casonas, rodeadas por enormes jardines.
“Muchas calles eran de tierra, yo todavía recuerdo al lechero del barrio, arriando las vacas por Caracas para cruzar la vía", rememora uno de los más antiguos habitantes de la Mansión.
Pocos años después de su construcción, la Municipalidad llamó a un nuevo concurso de viviendas y Bereterbide ganó tres de ellos con propuestas de igual tenor arquitectónico. Sin embargo, sólo se concretó uno: el barrio "Los Andes" en Chacarita.
Los vecinos de Flores suelen mencionar que en la Mansión vivió por un corto tiempo el escritor Roberto Arlt junto con sus padres, Karl Arlt y Ekatherine Lobstraibitzer. Pero no existe certeza de ello. Lo que sí es posible saber es que vivieron la nieta de Guido Spano, las señoritas Sotocalvo (tías de Rafael Obligado), la señora de Bascari, esposa del embajador del Uruguay en la década del '40, como así también el escritor Miguel A. Camino y Rogelio Bazán, reconocido abogado y poeta.
El 28 de abril de 1988, el edificio fue distinguido como "Testimonio Vivo de la Memoria Ciudadana" por el Museo de la Ciudad en virtud de haber preservado su carácter y decoración originales.





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